José Luis de la Parra
¿Qué es una constante vital? ¿Puede ser algo que, constantemente, ha estado en nuestras vidas? En el caso de este creador sí. Su bisabuelo Álvaro era, además de enólogo, aficionado a la fotografía; su abuelo, del mismo nombre, asentado en Villafranca tomó en 1936 la foto más recordada en El Bierzo; su padre José Luis, ora en bicicleta ora a pie, hizo de Toro su bastión fotográfico, y de la Plaza Mayor de esta noble y leal ciudad su centro de operaciones. Y ahora él, abre su trípode y lo asienta en el suelo de Madrid.
Con cierta distancia en su niñez, con buena formación en su veintena, con mucho trabajo en sus treinta y mucho poso en sus cuarenta, hoy, este artesano de la fotografía retrata cultura, exposiciones, interiores y edificios, pero, sobre todo, busca conceptos. No trabaja al azar. Es un artesano que estudia, investiga y fija ideas antes de poner su ojo en el visor.
Se trata de hablar de lo que le rodea, de hacer pensar al observador, dialogar con él y mostrarle determinados hábitos y comportamientos del ser humano a través de sus imágenes. No hace fotos, sino radiografías.
Hoy, José Luis de la Parra, hace un hueco en su agitada agenda y nos habla de su vida y obra:
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Hola José Luis, ¿con qué fotógrafo/a, histórico o actual te sentarías a charlar mientras tomáis un buen vino de Toro?
El primer vino me lo tomaría con mi padre. Nunca tuvimos la oportunidad de charlar de fotografía siendo yo ya profesional del sector.
A partir de ese primer vino, por lo que han supuesto e influenciado en mi trabajo, con cualquiera de los representantes de la Escuela de Düsseldorf: Candida Höfer, Andreas Gursky o Thomas Ruff. También me tomaría unos tintos con Nan Goldin, me interesa mucho la temática que aborda y los espacios en los que ha desarrollado su trabajo estos años atrás. Y, por último, con Martin Parr. El humor que imprime a sus fotografías creo que es un poco la representación de sí mismo. Sería divertido.
La fotografía es algo técnico y material, pero ¿qué importancia tiene lo teórico en tu visión?
En mi trabajo comercial, centrado fundamentalmente en la documentación de exposiciones, reproducción de obras de arte, seguimiento de procesos de iluminación de edificios singulares, arquitectura e interiorismo, no tiene tanta relevancia. En estos casos es más cuestión de planificación. Sin embargo, en mis proyectos personales, focalizados fundamentalmente en la sociedad del ocio y en los que tomo como referencia espacios, hábitos y comportamientos, es de vital importancia. Todo mi trabajo en este ámbito parte de una base teórica que me permita justificar el por qué estoy haciendo eso. Y una vez cerrado el trabajo fotográfico vuelvo a recurrir a esa base teórica, dándole forma al texto final que justifica la serie.
¿Cuál es tu afición favorita fuera del trabajo?
Me interesa mucho el arte contemporáneo, el cine, viajar y jugar con la cocina. También practico varios deportes: tenis, pádel, yoga… y me encanta caminar por los campos de Toro, mi pueblo. Para mí es absolutamente necesario aparcar el trabajo y centrarme en otros asuntos que también aportan otras muchas cosas a mi día a día.
Has tenido obra expuesta en Argentina, Venecia, Londres, París, Shanghái, Nueva York… ¿Cuál es el lugar más lejano al que has viajado por trabajo y en el que más a gusto has estado?
Viajé a Egipto para reproducir la obra de un artista egipcio ya fallecido. Cuando he viajado para realizar un encargo o desarrollar un proyecto personal, casi siempre me he sentido muy a gusto. Trato de encontrar y disfrutar de las particularidades de cada viaje. Citaría dos que recuerdo con especial cariño: uno a Berlín, para trabajar en mi proyecto ‘Hieracómpolis’, y otro a Marruecos para mi serie ‘Meeting Point’. En este viaje me acompañaron algunos amigos y fue verdaderamente especial.
¿Qué ‘olores’ fotográficos recuerdas de cuando eras niño?
Sin lugar a dudas, el laboratorio de mi padre. El olor a celuloide, líquidos y su luz roja hipnotizante. El desorden del estudio y los innumerables modelos de cámaras que cohabitaban allí. Aún tengo presentes esos recuerdos y los llevo conmigo hoy en día.
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¿Crees que la fotografía artística ha evolucionado mucho en los últimos treinta años?
Sí. El cambio de soporte en su transición del analógico a digital supuso un giro significativo en la forma de mirar y trabajar.
En el ámbito de la fotografía artística, en los últimos años también se han experimentado ciertos cambios y se han recuperado tendencias que habían sido aparcadas en el tiempo. Ha regresado la fotografía documental, irrumpiendo con fuerza y generando un nuevo escenario. También ha evolucionado la forma de desarrollar, afrontar los proyectos y plantear el posterior proyecto expositivo. La forma de exhibir fotografía también ha cambiado sustancialmente.
¿Cuál es tu rincón favorito de Madrid?
Pues… algunos bares de Malasaña, como El Rincón, La Palmera o La Selva, en los que he pasado grandes momentos, pero por encima del resto, diría la Casa de Campo. La tengo muy cerca de mi casa y es el lugar perfecto para desconectar, jugar al tenis, montar en bici o comer en uno de sus restaurantes. Es el lugar perfecto para alejarse del bullicio del centro.
¿Nos hablas del Fondo Gombau? ¿Qué es?
El fondo Gombau es parte del archivo del fotógrafo Venancio Gombau, que desarrolló su carrera en Salamanca a partir de 1905, siendo uno de los fotógrafos más relevantes de la época. Mi familia y yo somos propietarios de parte de ese fondo, conformado por cientos de placas de cristal (negativos) de gelatino bromuro. En ellas están registrados personajes de la época, una colección única del traje charro o una serie inédita de fotografías de la Casa Lis en su estado original, entre otras temáticas. Gombau fue sin duda uno de los maestros del retrato de su época. La otra parte de este archivo pertenece a la familia de Gombau y a la Filmoteca de Salamanca.
¿Has tenido algún mentor en tu carrera que dejara en ti una impronta profesional imborrable?
A lo largo de mi formación he tenido la suerte de encontrarme con profesores y profesionales que me han aportado mucho y me han ayudado a ir un poco más allá. Te citaría a Rosa Muñoz, primera persona que me acercó al mundo de la fotografía profesional, siendo yo su asistente para el Magazine de El Mundo. En cuanto a influencia creativa, citaré a Hilla y Bernd Becher, creadores de la escuela alemana y cuya forma y método de trabajo han influido en mi forma de mirar y trabajar.
Nuestro anterior protagonista, Félix de Martín, dejó esta pregunta: ¿Cómo influye la actualidad en tu trabajo?
En el ámbito comercial la fotografía se ha resentido bastante. La falsa creencia de que cualquiera puede hacer buenas fotografías solo por tener un buen equipamiento ha generado un escenario de “todo vale”, pero esto dista mucho de la realidad. Quienes valoran la imagen de su empresa y lo que aporta un profesional, no tienen dudas de cuál es el camino. Yo tengo la suerte de trabajar con clientes sensibles y fieles que saben valorar y apreciar el trabajo. En mis creaciones personales también ha cambiado mucho el panorama. La tipología de proyectos que se hacían años atrás ya no tiene espacio en este nuevo escenario. La forma de enfrentarse a un proyecto, la manera de desarrollarlo y ejecutarlo ha cambiado sustancialmente. En mi caso, mi trabajo pone el foco en la sociedad del ocio y en este sector, ya saturado, los cambios y los nuevos retos son permanentes.
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Un creativo es un artesano de lo suyo. Necesita poner pasión, minuciosidad, calidad… ¿Qué opinión tienes de la Inteligencia Artificial en la fotografía? ¿Te aporta cosas o compite contigo?
Entiendo que está aquí para quedarse. Ha llegado con fuerza, con sus pros y contras. A mí personalmente ni me interesa, de momento, ni me aporta absolutamente nada y afortunadamente, por la tipología de mi trabajo, tampoco me hace competencia. Imagino que en la fotografía de moda y de producto sí que habrá tenido mucho más impacto.
¿Nos podrías regalar una pregunta para el próximo invitado?
Sí, ¿a qué te gustaría dedicarte si no te dedicaras a lo tuyo y por qué?